Una década de reconocimiento a la investigación bibliográfica

Materia:

Campanario, Premio Bartolomé J. Gallardo

Resumen:

Corría el mes de diciembre de 1997, durante la clausura de las jornadas que la Unión de Bibliófilos de Extremadura celebraba en Campanario, cuando representantes de esta organización y del Fondo Cultural Valeria propusieron al Ayuntamiento crear un premio pionero en España. Un galardón que reconociese la excelencia en la investigación sobre bibliografía, la historia del libro, la lectura o la Literatura. El consistorio pacense se convertía así en la primera institución española que laureaba esta labor, adelantándose incluso a la Biblioteca Nacional, que lo creó en 2002. Junto a la dotación económica de 7.500 euros, que pagan las arcas municipales, la obra premiada recibe el respaldo de la Junta de Extremadura y es editada por la Editora Regional El próximo 14 de diciembre Campanario entregará el décimo premio Bartolomé J. Gallardo, en un acto en el que estarán presentes «casi todos los galardonados», explica la concejala de Cultura, Victorina Cruces. Durante este tiempo, la localidad situada en el corazón de La Serena ha sido un referente en Universidades de toda España y en centros de investigación, «hemos tenido ganadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y un catedrático de la Universidad de Salamanca», comenta el profesor de Facultad de Biblioteconomía, José Luis Bonal, jurado por la universidad de Extremadura en nueve ocasiones. Para poder participar en el certamen, el único requisito que se pide es que la «investigación verse sobre el libro, la historia de la Literatura, la lectura o trabajos bibliográficos», independientemente de la procedencia del investigador, añade el profesor. De esta manera, la primera edición que se entregó en 1998 fue para el profesor de Universidad de Salamanca Alejandro Luis Iglesias, por La colección de Villancicos de Joao IV, Rey de Portugal. El nivel de los trabajos presentados «es muy alto», remarca Bonal, y en dos ocasiones -en 1999 y en 2004- el premio quedó desierto porque los trabajos presentados no se ajustaban al tema. «Algunos de los galardonados son verdaderas eminencias en el mundo de la bibliografía, como el caso del ganador del año 2000, Pedro M. Cátedra, con Invención, Difusión y Recepción de la Literatura Popular Impresa en el siglo XVI», destaca Carmen Fernández Daza, de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEX), que ha participado como jurado en 9 ocasiones y que en esta última edición ha dejado su puesto a Cesar Chaparro, ex rector de la Universidad de Extremadura. Entre 10 y 12 trabajos aspiran cada año a conseguir el Bartolomé J. Gallardo. Las obras deben presentarse bajo un lema o seudónimo, acompañadas de una plica en la que se aportarán los datos del autor y que sólo se abre en caso de que sea el ganador. Tras una primera criba del Ayuntamiento, los trabajos son enviados al jurado, integrado por cinco personas: el ganador del año anterior, que representa al consistorio, un representante de la Consejería de Cultura de la Junta, uno de la UBEX, un miembro de la Facultad de Biblioteconomía de la UEX y otro del Fondo Cultural Valeria, de Campanario. El jurado suele ser unánime en sus decisiones, «después de analizar los trabajos, nos reunimos en otoño y ponemos en común nuestras opiniones y de ahí suele salir el ganador», relata Bonal. Y su nombre se hace público la semana antes de Navidad en una gran gala que se celebra en Campanario. Pocos extremeños Entre los siete ganadores no encontramos a ningún extremeño, un hecho que Bonal atribuye a que se presentaron en años en los que había muchos aspirantes y la calidad de las obras era muy alta. Aunque recuerda que uno llegó a ser finalista. De cualquier manera, el profesor anima a sus alumnos de doctorado a que presenten sus investigaciones, aunque reconoce que «la competencia es muy dura, porque los últimos tres ganadores han sido tesis doctorales muy bien elaboradas». Última galardonada Procedencia extremeña -sus padres nacieron en la región y sus abuelos vivían en Olivenza- tiene la última ganadora del certamen, María Teresa Llera Llorente, que consiguió el Bartolomé J. Gallardo el año pasado con la obra Estudio de la procedencia de manuscritos e impresos de la Biblioteca Francisco de Zabálburu. La profesora asociada de la Universidad Complutense aporta más luz en su investigación sobre la biblioteca de Francisco de Zabálburu, que fue mecenas de las artes y las letras en el siglo XIX y que consiguió reunir una colección única de joyas bibliográficas, entre las que Llera resalta «el libro de joyas de Felipe II y el autógrafo de Lope de Vega:la mayor virtud de un rey». Para Llera, conseguir el galardón fue toda una alegría y al mismo tiempo le sorprendió comprobar cómo un pueblo de tan sólo 5.470 habitantes, promueve un premio de esta categoría. Una opinión que comparten el resto de galardonados «que se asombran de que nuestra localidad pueda apoyar a la cultura de esta manera», subraya la concejala Victorina Cruces. Un ilustre vecino Bartolomé José Gallardo (1776-1852), fue un ilustre vecino de Campanario que vivió en siglo XIX. De humildes orígenes labradores estudió en Salamanca y fue bibliotecario de las Cortes de Cádiz. En el mítico año de 1812, imprimió una de sus más famosas obras Diccionario crítico burlesco, que le costó incluso la cárcel. Por su condición de liberal, Gallardo tuvo que huir a Londres tras la llegada al poder de Fernando VII, donde compuso El panteón del Escorial, en la que juzgaba a todos los reyes españoles. En 1820, con la restauración liberal regresa a la patria y recupera su cargo de bibliotecario del Congreso de los Diputados, donde más tarde, en 1834, sería elegido diputado por Badajoz. Un año después publica las ocho entregas de El Criticón, en las que analiza la literatura española. Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos está considerada su mayor aportación a los estudios bibliográficos. Aunque no se publicó hasta 1863 con los materiales que dejó tras su muerte y que fueron ordenados por Sancho Rayón y Zarco del Valle, los dos últimos volúmenes fueron editados por Menéndez Pelayo. Ejerció una notable influencia sobre la crítica literaria de su época con seguidores como Agustín Duran y Cayetano Alberto. Gallardo también hizo su incursión en la poesía con obras satíricas, sin descuidar la lírica, donde destaca la composición, Blanca flor. Y ejerció como periodista satírico durante las Cortes de Cádiz, periodo en el que escribió numerosos folletos, unos noventa, para atacar a los políticos tradicionalistas.

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