Turismo de embalses
La posesión de una enorme reserva estratégica -almacenamos la tercera parte del total nacional de agua dulce- convierte a Extremadura en una «potencia regional», por lo que se hace necesario diseñar un modelo de desarrollo en el que el agua sea el principal motor de arrastre de otros muchos sectores (agricultura, ambiente, consumo humano, etc.). Pero, sin duda, un sector de gran potencial es el turismo fluvial ahora que nuestros embalses se erigen en auténticos «fiordos» de interior. En muchos casos rodeados de un desierto físico como la penillanura (sin arbolado) y demográfico (pueblos envejecidos). En este sentido, el complejo turístico y de servicios previsto en la cola del embalse de Valdecañas, que se pretende desarrollar a través de un PIR (Plan de Interés Regional), puede ser el laboratorio de ensayo para nuevas iniciativas en esta modalidad turística que pueda extrapolarse a otras zonas con expectativas de desarrollo. No olvidemos que los embalses están situados en las zonas menos productivas de la región, al ocupar, en general, los suelos menos fértiles, y que han servido para generar desarrollo en las zonas sedimentarias (Vegas del Guadiana, Coria o Campo Arañuelo). Por consiguiente, los municipios de La Serena, Los Ibores, Sierra de Gata... son los menos favorecidos en las políticas regionales, por lo que en justa decisión habrá que compensarlos con actividades turísticas, escasamente impactantes desde la óptica ambiental. No se entiende como determinadas corrientes ecologistas critican la construcción de embalses por ser muy negativos y luego, al mismo tiempo, consideran impactantes el aprovechamiento turístico de los mismos por su gran valor ambiental. Esto es una contradicción que no puede asumirse. El rigor en los conceptos y la seriedad en los planteamientos evitaría este tipo de incoherencias. Todo el mundo sabe que donde se acaba el agua se acaba la vida y, por tanto, los embalses han contribuido a aumentar la población faunística y diversidad de aves en Extremadura, por los nuevos hábitats y por garantizar alimento en cantidad en las zonas regables. Nuestra región aún no tiene un plan de aprovechamiento turístico de sus embalses mientras que Portugal, que acaba de incorporarse al club con la presa de Alqueva, ya tiene previsto el desarrollo turístico de la región del Alentejo, con la construcción de 12.000 camas hoteleras, en lo que denominan Aldeas de Agua. Para ello, además de las infraestructuras de carreteras recientemente terminadas, van a poner en funcionamiento el aeropuerto internacional de Beja. Eso es una decisión acertada para generar reequilibrio territorial y desarrollo sostenible en una de las zonas más atrasadas de ese país. Consiguientemente, en Extremadura no podemos seguir actuando sin contemplar las grandes oportunidades que ofrecen nuestros embalses (Valdecañas, La Serena, Orellana, etc) y sus paisajes asociados para el desarrollo armónico de la región, máxime cuando pueblos como Berrocalejo, El Gordo, Sancti Spiritu, Orellanita, etc, están en trance de desaparecer y si no hay gente en el territorio los paisajes naturales y culturales también están amenazados de supervivencia. CONSUELO MORA es doctora en Geografía y doctoranda en Antropología