Pueblos sin niños

Materia:

nacimientos en Extremadura, envejecimiento población

Resumen:

PADRÓN MUNICIPAL Municipios con menos niños de 0 a 10 años en la provincia de Cáceres Benquerencia: 1 Berrocalejo: 2 Cabañas del Castillo: 3 Cachorrilla: 4 Campillo de Deleitosa: 1 Gargüera: 0 (el Ayto contabiliza 3) Garvín: 3 Higuera: 3 Marchagaz: 3 Pescueza: 2 Ruanes: 3 Salvatierra de Santiago: 4 Valdecañas de Tajo: 2 Provincia de Badajoz El Carrascalejo: 1 Casas de Reina: 5 Reina: 5 Risco: 3 Sancti-Spiritus: 10 Valverde de Burguillos: 10 Evelio García vive en la calle de la Maestra Esperanza Secall y recuerda que fue monaguillo de don Primi, hasta que el sacerdote se marchó a otro pueblo en busca de más feligreses. En Berrocalejo ya no hay colegio y la antigua casa del cura permanece cerrada, utilizada eventualmente para actividades culturales. Evelio, el alcalde del pueblo cacereño, confiesa un reto: no bajar de la barrera de los 100 habitantes, por una cuestión psicológica y porque el Ayuntamiento se desmantelaría para transformarse en Concejo Abierto. Hoy están cuatro por encima de la centena, y han estado peor. En el bar El Farolillo, con terraza bien cuidada al aire libre y toldos verdes en los que puede leerse en grandes letras un día maravilloso, vamos a disfrutarlo, espera un espigado adolescente de 15 años que apura una bolsa de Doritos. A Guillermo Calatrava le cabe el honor de ser el último niño nacido en Berrocalejo según el registro municipal. Lo acepta con naturalidad y desgana juvenil. «Los amigos no están aquí, están en Madrid o en Navalmoral», a 29 kilómetros, donde se encuentra el IES Zurbarán en el que estudia. «Cuando nació Guillermo», recuerda su madre, Carmen Bravo, «había otra niña y un niño más o menos de su tiempo, y unos vaqueros que vinieron con niños pequeños de la Sierra de Ávila, pero era gente de paso». Ella es la única que paseó embarazo en Berrocalejo y posterior crianza, primero de Alba, que ya tiene 18 años, y más tarde de Guillermo. Desde entonces nada. Pese a lo cual el alcalde tiene en proyecto reformar el parque infantil e instalar juegos homologados. Los que hay son de hierro, los que se acostumbraba instalar en los años setenta, los de toda la vida. En el pueblo viven otros tres niños de menos edad que Guillermo, una pareja de franceses que llegaron con sus padres hace unos años (el fenómeno de vuelta de los emigrantes sí se da, aunque de forma lenta) y una niña que figura empadronada en Navalmoral de la Mata. En Berrocalejo hay empadronado un niño inmigrante marroquí, pero que no vive allí porque sus padres son temporeros y se marcharon a La Vera. Con tan poco trabajo, el párroco sólo pasa por el municipio los martes. En las calles hay varias placas que marcan los lugares donde viven personas que han cumplido el siglo de vida, y los bautizos se cuentan con los dedos de una mano. «Son parejas jóvenes originarias del pueblo que viven fuera, pero les gusta celebrarlo aquí». En junio Evelio oficiará su segunda boda con las mismas circunstancias. Sin embargo, todo puede cambiar. Empleo El alcalde, del Partido Popular, no es partidario de dar dinero u otras lisonjas para que los jóvenes se queden, tengan hijos y evitar así el envejecimiento de los pueblos. «Lo mejor que se puede dar», asegura, «es trabajo». Así que, Berrocalejo tiene sus esperanzas puestas en el megaproyecto turístico que se ha comenzado a levantar a muy pocos kilómetros, en la isla de Valdecañas, el embalse que ahora les puede devolver la vida que les quitó en 1963, cuando las aguas anegaron sus fértiles tierras de regadío. Entonces, Berrocalejo superaba el millar de habitantes y todavía se le nota, porque tiene hechuras de pueblo más grande de lo que refleja su padrón. No es el caso de Valdecañas de Tajo, también en la comarca de Campo Arañuelo, pero bastante distanciado de Berrocalejo. A Valdecañas se llega en cuesta, y se le ve pequeñito en medio de un espléndido paisaje, con un edificio mediano, el Ayuntamiento, y otro grande al lado, la residencia de mayores, donde la alcaldesa está pendiente del día de convivencia entre residentes y familiares. Ni rastro de niños, pero Begoña Iriondo sabe, como todos en el pueblo, quién ha protagonizado el último alumbramiento: Ángela Herrero. De hecho, en Valdecañas de Tajo sí se celebró un bautizo hace poco, pero no supuso aumento de población alguno para el pueblo, de 186 habitantes. Sólo ocurrió que los padres de Daniel esperaron a que tuviera siete años para que recibiera las aguas bautismales. Daniel, que efectivamente tiene cara de pillo, es el único niño nacido en el pueblo en este siglo. Ángela y Juan José le llevan cada día hasta Almaraz, a 10 kilómetros de distancia, para que asista al colegio. Ella ha protagonizado los dos últimos embarazos de Valdecañas de Tajo, el del varón y el de una niña de 15 años. «Daniel se aburre, aquí no hay nada. Se coge su patinete y se va calle arriba y abajo, pero al rato vuelve. En Almaraz sí tiene amigos, es otra cosa». «Las parejas jóvenes prefieren irse», añade su madre, «porque cuando se vive con niños es complicado estar en un sitio tan pequeño». El médico acude al municipio dos días por semana, los martes y los jueves, y la carretera que llega hasta el pueblo no es precisamente recta ni ancha, aunque se halla en buen estado. Su vecina Natalia llegó con su hijo Aaron, de dos años, demasiado tarde para que Daniel tuviera algún amigo con el que jugar. Ella es una excepción, pero no está segura de seguir siéndolo durante mucho tiempo. Casada con un natural de Valdecañas de Tajo, la pareja y el pequeño Aaron residen en el municipio desde hace un año. «No sé cuánto tiempo estaremos... no hay nada en el pueblo, es difícil». Para llegar a la localidad hay que pasar por Higuera, municipio en el que se ha constituido recientemente un colectivo que desea evitar la desaparición del pueblo, y antes por Romangordo, donde la mejor inversión que se ha hecho ha sido la residencia de mayores. Los nacimientos son muy escasos no sólo en esta zona, sino también en los municipios que componen la cercana comarca de Los Ibores y los que se sitúan a lo largo de la penillanura de Trujillo, pueblos que siempre han sido pequeños, es cierto, pero que ahora apenas acogen un centenar de personas cada uno. Menos nacimientos El problema en realidad es extensible al conjunto de la provincia de Cáceres ¯el 23 de noviembre se ha convertido en fecha histórica en el pequeño pueblo de Pescueza, 159 habitantes según el último padrón municipal, donde nació una niña después de 16 años sin alumbramientos¯ porque la población cacereña ha bajado, al contrario que la de Badajoz. En 2007, mientras la provincia pacense aumentaba en 5.000 habitantes, la de Cáceres, pese al fenómeno de la inmigración, perdía 1.368 empadronados y se alineaba, así, con el declive demográfico que atraviesan otras provincias del oeste de la Península, como Salamanca, Zamora, también con descenso de población el último año. En Cáceres, además, durante 2006 se registraron menos nacimientos que en 2001 (3.423 frente a 3.444), tendencia que no ha seguido Badajoz, donde han pasado de 6.450 a 6.695 en el mismo periodo de tiempo. La provincia pacense sí ha notado, en cambio, un descenso de población joven en la última década, con una caída del 9,8% de los habitantes menores de 15 años entre 1998 y 2007, aunque esta merma ha sido cerca del doble en el caso de Cáceres, un 17,3%, que hoy tiene 11.500 jóvenes menos que hace 10 años. En todo caso, los niños también llegan con cuenta gotas a ciertos pueblos de Badajoz. «La última ha sido Susana. Suele nacer uno al año», explican en el Ayuntamiento de Reina, 212 habitantes, «pero a finales de 2007 nacieron dos. Una racha buena, aunque estuvimos más de cinco años sin ningún nacimiento y creo que ahora se va a volver a parar», vaticina con humor la funcionaria.

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