La Serena, ganadería ovina, lengua azul
«La gente joven de nuestra edad ya no quiere este trabajo. Ésto es muy sacrificado». Así resume la situación actual de este oficio y del sector ovino en general Joaquín Ortiz Capilla, un joven ganadero de 33 años. De la mano de su padre, se incorporó a este duro trabajo cuando tenía 16 años. Regenta junto a su hermano Félix una explotación ganadera familiar en la comarca de las Vegas Altas. Para ganaderos como él, los altos costes de producción, la diarrea en el ganado, el clima, los precios bajos del cordero y, ahora, la amenaza de la lengua azul causan una constante preocupación. Joaquín Ortiz posee una cabaña que se puede considerar de volumen medio-alto, teniendo en cuenta que en las Vegas altas y La Serena hay explotaciones de más de 10.000 cabezas y otras de apenas varios cientos. La de este ganadero es superior a las 4.000 cabezas de ganado ovino; en concreto 3.200 madres reproductoras de ovino, más 40 sementales carneros, 300 corderos ya nacidos, más otros 600 en camino. La cabaña de Ortiz se encuentra repartida entre Don Benito, Medellín, Magacela y La Haba. Las explotaciones están alambradas. De ahí que su hermano y él se sobren y se basten para cuidarlas. Los dos se dedican casi exclusivamente a atender la reproducción del ganado. Un problema principal, asegura, es el precio del cordero. «Está muy estabilizado desde hace años. Ésto no acaba de despegar -comenta- y los costes de producción cada vez son más caros. El arrendamiento de fincas cuesta cada vez más y el pienso está subiendo muchísimo. Está a sesenta pesetas e incluso a setenta y el borrego lo vendes a 8.000 ó 9.000 pesetas. Dime tú ¿dónde está la ganancia? Por eso tenemos tanto ganado, porque dos familias no pueden vivir hoy con mil ovejas entre los dos. Necesitas 1.500 ovejas para cada familia, porque entre pagar fincas, alquiler e impuestos...» Otro problema al que se enfrentan ganaderos como Joaquín es el clima. «Desde luego -señala-una otoñada tardía te genera muchos más gastos de pienso. Una oveja se puede comer un kilo de pienso al día, a sesenta pesetas en una cabaña de 3.000 ovejas te genera un gasto diario de 180.000 pesetas. De ahí que una buena otoñada sea fundamental». En los últimos años, ganaderos jóvenes como este se han enfrentado a una dificultad en su cabaña derivada de la diarrea en el ovino. «Hay bastantes bajas en corderos pequeños. ¿A ver si dan con la tecla en la vacuna porque hay ganaderías que tienen hasta un 30 por ciento de bajas!», manifiesta. En opinión de Joaquín, hay temporadas buenas y malas en este problema. «Es un virus y, como entre la diarrea en una explotación, barre; ya puedas desinsectar todo lo que quieras, que eso barre». Pero si hay una amenaza en la actualidad es la lengua azul. De hecho, las medidas cautelares les prohíben comercializar ganado para cebaderos y sólo les dejan comercializar reses para sacrificio. Una de las claves es el clima. En este sentido dice que «por un lado queremos que llueva, pero por otro que hiele, para que el mosquito se muera y no propague la lengua azul. Las dos cosas son peligrosas en este momento. Si llueve, pero no hiela, el mosquito sigue actuando. Por otra parte, si no llueve, tenemos que echar de comer al ganado. Estamos entre la espada y la pared. El mosquito no funciona con el frío porque se muere, desaparece con las heladas». Ganaderos como Joaquín Ortiz no han padecido la lengua azul en sus reses. En este sentido advierte que «ahora está rondando. Debe de ser una catástrofe, porque se llega a morir de un 12 a un 30 por ciento de cada explotación. Por tanto, imaginar que de 3.000 se nos pueden morir 300 ó 400 ovejas es echarse a temblar». Sobre la cobertura de riesgos por parte de la Administración regional, Ortiz es tajante: «aunque te las pague la Junta de Extremadura estás perdiendo la producción. ¿De qué te vale que te den 15.000 pesetas por una oveja si estás perdiendo todas las crías que tiene al año?. Yo no veo nada claro en ese sentido». Como miembro de la Asociación de Criadores de Merino, Joaquín Ortiz aconseja a todos los ganaderos que desinsecten a los animales para que en el caso hipotético que llegue la lengua azul a sus explotaciones, éstas estén preparadas. «De esa forma -añade- se puede reducir el efecto de la enfermedad en más de un 20 por ciento. También es importante que los animales estén sanos y gordos para que afronten la amenaza con más defensas». La lana Tampoco la lana atraviesa, a juicio de este ganadero, un buen momento. Según dice, no está muy bien pagada. «Hace 25 años se pagaba el kilo hasta 300 pesetas y recientemente se ha estado pagando a sólo unas 80. Parece que ahora ha habido un repunte, pero teniendo en cuenta que la esquila de una oveja vale 1,40 euros y apenas da tres kilos de lana, se puede adivinar que las ganancias son exiguas».