PEÑALSORDO. Una fiesta singular

Materia:

Peñalsordo

Resumen:

Peñalsordo celebra hoy su fiesta del Corpus, que continuarán los días 9 y 10 con la Octava. Estas fiestas, declaradas de interés turístico nacional en 1973, tiene su origen en la conquista del Castillo de Capilla por las tropas cristianas a los moriscos en el siglo XVI. Cuenta la leyenda que ante los fracasos de los diversos intentos de la conquista, el general Cachafre se encomendó al Santísimo implorando su ayuda, prometiéndole fundar una cofradía en su honor. Usó una estratagema reuniendo todos los carneros de la comarca y poniendo bengalas encendidas en sus cuernos atacaron el castillo. El enemigo, al ver tantas luces, huyeron dejando en el castillo: El Abuelo, La Abuelita, El Nieto y dos vacas, que tienen mucho protagonismo en la fiesta. Conseguida la victoria, el general Cachafre funda la hermandad del Santísimo Sacramento que dura hasta nuestros días. El día 7, día del Corpus Christi, el sargento acompañado del tamborilero, va recorriendo las casas de los cofrades, que al final se reúnen en casa del mayordomo o bullidor, y desde allí se va a celebrar la santa misa. Posteriormente se celebra la procesión, en la calle larga se deposita la custodia, y todos los cofrades con sus jefes al frente, mayordomo, capitán y alférez, pasan adorando al Santísimo; al final el sargento, que ha tenido su insignia boca abajo, la levanta al grito de «Alabado sea el Santísimo Sacramento», que es contestado por todos «Por siempre alabado sea». Delante del Santísimo y andando de espaldas, el Abuelo y la Abuela van tocando unas grandes castañuelas. La víspera de la Octava El día 9, víspera de la Octava, el sargento a caballo con espada y traje estampado, da la primera vuelta. En la puerta de cada cofrade hay una lumbre que salta el caballo y se saluda con la frase «Alabado sea el Santísimo Sacramento», que es contestado por todos «Por siempre alabado sea». A la segunda vuelta se van juntando los hermanos, que llevan un pañuelo de percal al cuello, la medalla de la cofradía y varios jopos de bálago encendido, que recuerda las bengalas que llevaban los carneros en la conquista del castillo. Finalmente recogen al Abuelo y Abuela, que lleva en brazos al niño Rafaelito, y van a casa del mayordomo, desde donde se dirigen a la plaza bailando las alcancías. Y desde el balcón del Ayuntamiento se recitan las célebres mojigangas, que nos cuentan los hechos acaecidos en el último año, muy ampliado con sentido del humor y picardía.

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