La Coronada
Catalina Suárez nació en La Coronada y fue una de los miles de niños cuya vida cambió la Guerra Civil. Tenía 8 años pero la formación que recibió la marcó para siempre. Se crió en un ambiente muy influenciado por su tío abuelo Antonio Horrillo Arias, formado en la Institución Libre de Enseñanza y alumno de Giner de los Rios, con el que le unía una gran amistad. Su pasión por la literatura le ha llevado a publicar con 79 años su primera novela titulada La memoria recobrada . En ella deja fluir los recuerdos acumulados durante una de las etapas más desgarradoras de España. Con este libro vuelve a su niñez, pero también al pasado de una comarca azotada por la Guerra Civil, con la tristemente conocida Bolsa de La Serena. "Quisiera no tener que haberlo escrito, porque esos tiempos fueron muy duros . Lo he hecho sin rencor y con todo el respetando", comenta Catalina con un ejemplar en su mano. En él cuenta vivencias de su niñez que ha ido anotando, son hechos verídicos que ha narrado en forma de novela con personajes reales que vivieron en su entorno. "Quiero que quede como la historia del pueblo, lo que pasó, para que no vuelva a repetirse porque lo principal es la paz", reconoce sentada en el salón de su casa, Un hogar que sus padres recuperaron muchos años después de la guerra, cuando su familia regresó al pueblo tras su huída a Ciudad Real. Protagoniza uno de los capítulos que más marcó a su autora. "Cuando volvimos a La Coronada después de que acabó la guerra, nuestra casa estaba ocupada por la comandancia. Eso acabó con mi niñez y me convirtió en mujer. Yo añoraba mi casa, sencilla y humilde". Cuando los recuerdos afloran, la escritura fluye. Es lo que cuenta que le sucedió al comenzar a escribir el libro, tras una documentación exhaustiva. Con nombres diferentes para pueblos y personas, narra la historia de su propia familia, y describe los horrores y las penurias del pueblo durante la contienda y la posguerra. "El éxodo lo tengo grabado; las calamidades del camino, los aviones ametrallando a la población civil". Aún emocionada, recuerda el episodio de un niño sin fuerzas para seguir el camino. Tras el insistente ruego de sus padres, subió a un camión de soldados que se dirigían al mismo pueblo. Pocos kilómetros más adelante, descubren el vehículo bombardeado y el cuerpo sin vida de su hijo. "Eso lo tengo grabado; no se me va la imagen de los padres". La niña Catalina recuerda su pueblo en el inicio de la guerra como un remanso de paz. "Era obra de mi tío Antonio que siempre decía que no se derramara ni una gota de sangre en el pueblo, que la primera era la mala". Cuenta que incluso acogieron en el pueblo a huidos de uno y otro bando, hasta que la barbarie avanzó.
