La Haba
La localidad de La Haba muestra su más rotunda oposición a la reapertura de la mina de uranio o a cualquier explotación derivada de un nuevo yacimiento de este mineral en su término municipal. Así de tajante se muestra Juan Pedro Rodríguez, alcalde de esta pequeña población situada al lado de Don Benito y Villanueva de la Serena. La Haba tuvo en activo entre 1966 y 1990 un importante yacimiento de uranio en el que trabajaban alrededor de cien personas y que cerró por falta de rentabilidad. Después de años sin saberse nada de la mina de uranio de La Haba, un comunicado fechado hace unas semanas en Vancouver (Cánada) daba la voz de alarma en La Haba y sus inmediaciones. En dicho comunicado, Michael Hudson, director general y consejero delegado de la empresa Mawson «se complacía» en anunciar que «el proceso de licencia final en la investigación de uranio en La Haba había comenzado». También expresaba el escrito que la Junta de Extremadura había solicitado que Mawson hiciese un pago de garantía para la admisión definitiva de los permisos de exploración de uranio, «pago que marca la fase final del proceso de petición de licencia». Es más, la compañía confía en que la subvención y demarcación de los permisos de investigación se completen a finales de año. Tras este comunicado, Juan Pedro Rodríguez, alcalde de La Haba, se puso en contacto con la Junta de Extremadura. La administración regional ha informado al edil que se trata de un proyecto de investigación. Posteriormente habrá una comunicación a los ayuntamientos de la zona para que presenten alegaciones y en caso de superar estos trámites, cosa improbable puesto que el rechazo social es considerable, se llevaría a cabo la explotación. En este sentido, Rodríguez recalca que «no nos interesa ninguna explotación de uranio en nuestro término municipal, ni cerca, pero no sabemos hasta qué punto pueda tener peso nuestra alegación como ayuntamiento». Además, el edil saca sus conclusiones sobre el comunicado de Vancouver manifestando que «si hay una investigación es porque hay un interés en la explotación. Otra cosa es que la investigación arroje que no es rentable». El término municipal de La Haba es de unas 8.500 hectáreas y la superficie objeto de investigación ronda las 3.800 hectáreas Cementerio Según un estudio que obra en poder del Ayuntamiento de La Haba, los antecedentes de la mina del Lobo, como es conocida, se remontan al año 1962, año en el que comenzaron las prospecciones para la anterior actividad por parte de la Junta de Energía Nuclear. Cuatro años después comenzó a explotarse el yacimiento. La explotación se agotó. No obstante, se sabe que al menos en dos ocasiones se ha utilizado como cementerio de residuos radiactivos. En 1993 levantó mucha polémica la decisión de enterrar en La Haba 577 bidones de uranio procedentes del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) de Madrid que al parecer iban destinados al cementerio de El Cabril. Entre 1966 y 1990, la explotación de la mina de La Haba fue competencia de la Empresa Nacional de Uranio (ENUSA), cuyos carteles son visibles aún hoy en el perímetro del antiguo yacimiento. La mina está situada en la zona conocida como La Hoya del Lobo, en La Serena y más concretamente en el término municipal de La Haba. Al yacimiento se tiene acceso por la carretera Don Benito-Quintana. Tras atravesar el río Ortiga, hay que desviarse hacia el Sur por un camino de tierra destinado a los servicios de la mina. La mina está a 12 kilómetros de Magacela, 15 de La Haba, 19 de Villanueva y 21 de Don Benito aproximadamente. Antes de la explotación minera, el lugar era una dehesa utilizada para el pastoreo, según el citado estudio facilitado por el Consistorio de La Haba. La zona donde están enclavadas las instalaciones está surcada por cuatro arroyos: Arroyo Madrogal, Arroyo de los Pilones, Arroyo de las Pollinas y Arroyo Vinagre, todos ellos desembocan en el río Ortiga. El conjunto de las instalaciones y canteras María Lozano, El Pedregal, El Lobo y una planta de concentrados ocupaba una superficie de unas 20 hectáreas, aunque el total de superficie con índices de uranio ascendía a 200 hectáreas. Trabajo La jornada normal de trabajo era de ocho horas, en las que se incluía el desplazamiento en autobús de los obreros desde Don Benito y Villanueva, localidades donde residían mayoritariamente, hasta el yacimiento. Había un turno de mañana que comenzaba en torno a las 7,00 horas y un turno de tarde, que se extendía entre las 14.00 y las 22.00 horas. Había incluso un tercer turno, de noche. El sueldo mensual en el año 1979 era de unas 40.000 pesetas. Entre los puestos de trabajo había martilleros, que se ocupaban de hacer las perforaciones; barrenistas, encargados de colocar los explosivos; palistas, que recogían el material para echarlo a los camiones. También estaban los radiometristas cuya labor es medir la radiactividad, camioneros, vigilantes y maquinistas, así como almacenistas y electricistas.