La Serena
En el Centro Operativo Regional del Plan Infoex hay dos fuentes de ruido que se imponen con soltura sobre el ambiente tranquilo, silencioso. Una es la emisora principal, por la que no dejan de salir voces. Esa torre con lucecitas es el altavoz de la Extremadura de los incendios forestales. Por ahí se oye a gente uniformada que echa sus horas en La Vera, en La Siberia, en Plasencia, en Zafra o en Siruela, cerca de la frontera portuguesa o pegando a Córdoba. Y el otro grifo ruidoso es el móvil del mando único, que no está más de diez minutos sin sonar a pesar de que sea junio y el asunto no haya hecho más que empezar. «Hasta ahora vamos muy bien, sólo hemos tenido algún incendio de rastrojo y cereales», resume Alejandro García. Él es uno de los cuatro integrantes del mando directivo del Plan Infoex (Plan de Lucha contra los Incendios Forestales en Extremadura), el dispositivo para intentar que el fuego dañe el monte lo menos posible, y que involucra a conductores, vigilantes, emisoristas, mecánicos, jefes de retén, coordinadores de zona, peones de tierra o de brigadas helitransportadas, pilotos... Ese despliegue de medios tiene su centro operativo en Cáceres, pero atiende a todo el territorio de la comunidad autónoma. Más masa forestal A efectos operativos, la región está dividida en distintas zonas en función del peligro de incendios forestales de cada una. Hay varios niveles, y el mayor de ellos, en el que están aquellos lugares donde hay que estar especialmente atento, es el que agrupa a lo que los técnicos llaman ZAR (Zonas de Alto Riesgo). Hay catorce en toda la comunidad autónoma, y cuatro de ellas están en suelo pacense: La Siberia, las sierras centrales de Badajoz, las de Siruela-Zarzacapilla y Tentudía. Las otras diez son: Las Hurdes, Jerte-Ambroz, Los Ibores, Monfragüe, Montánchez, Sierra de Gata, Sierra de San Pedro, Valencia de Alcántara, Vera-Tiétar y Las Villuercas. Son esas y no otras porque así lo aconseja la estadística elaborada a partir de los datos obtenidos durante años, y de tener en cuenta factores como la pendiente del terreno, las causas, la frecuencia o el tipo de combustible. Esa mancha roja en el mapa que identifica el peligro más alto recorre las sierras del centro y salpica el sur de la provincia y estará, como el resto de la región, en el punto de mira de los responsable de la lucha contra incendios en Extremadura. En principio -y sólo eso-, la previsión no es mala. La primavera ha sido lluviosa y eso facilita que los árboles mantengan durante más tiempo la humedad, un enemigo del fuego. A decir de Alejandro García, hay otro elemento que juega a favor de los montes extremeños: el dispositivo del Plan Infoex. «Tenemos un operativo muy bueno -asegura-, con buenos índices de eficacia». El tiempo de respuesta En concreto, lo habitual en la región es que desde que el operativo tiene conocimiento de que ha habido un incendio hasta que llega al lugar el primer medio para hacerle frente, pasen 17 minutos, aproximadamente. Es lo que los especialistas llaman tiempo de respuesta. La norma establece que cualquier marca por debajo de veinte minutos se puede considerar positiva, lo que sitúa a la comunidad autónoma en una buena posición. En esos minutos hay tiempo para poner en marcha un proceso con una serie de pasos bien delimitados. Lo normal es que el aviso llegue al Centro Operativo Regional bien a través del 112 (alguien ha visto fuego y ha llamado por teléfono) o por el vigilante que lo avista desde su privilegiada posición en lo alto de la torre de vigilancia. La noticia le llega al coordinador de zona (el mapa regional está dividido en once), que moviliza los medios humanos y materiales de su área que considere oportunos y que informa al mando directivo, que siempre está al corriente de cómo se afronta cada incendio. De hecho, hay circunstancias prefijadas (que se prevea que van a arder más de cien hectáreas de arbolada, por citar uno de los supuestos) que harán que el mando directivo se ponga al frente del operativo. «Dirigir un incendio no es fácil -comenta Alejandro García-, hay que tener en cuenta que tienes a tu cargo a bastante gente y en una situación que entraña riesgo». Como complemento al despliegue está una herramienta informática que sólo tienen en otras dos regiones españolas, Aragón y Andalucía. Tiene múltiples utilidades, entre ellas localizar el incendio sobre un mapa en tres dimensiones, predicciones meteorológicas a nueve días, seguir el vuelo de los helicópteros, controlar cuántas horas lleva trabajando un retén en el mismo siniestro o anticiparse a cómo va a evolucionar el frente. O sea, conocer cuántos minutos tardará en acercarse peligrosamente a una población o a una carretera. Más aún: si un rayo cae en cualquier punto de Extremadura, a los ocho minutos lo saben en el Plan Infoex. Cuestión de progreso Es el progreso puesto a disposición del monte, destinatario principal (ciudadanos al margen, por supuesto) de un operativo que en julio y agosto afrontará sus días de más actividad. El precedente más cercano en el tiempo es el verano pasado, uno de los mejores en mucho tiempo por la ausencia de grandes incendios. De todos los que se produjeron durante 2007, sólo el cuatro por ciento se debieron a rayos, única circunstancia achacable a la Naturaleza. El resto de la tarta de la causalidad se reparte de la siguiente forma: el 53 por ciento fueron intencionados, el 26 se debieron a alguna negligencia y el 17 restante tuvieron un origen desconocido. Si enfrentáramos esta estadística a la de hace cuatro o cinco años, llamaría la atención lo abultado de la porción de los intencionados. Y el motivo es evidente: los mayores esfuerzos por esclarecer cómo se produjo la chispa inicial. «La investigación de causas nos está ayudando mucho», dice Alejandro García, que se refiere también a otro aspecto importante: la colaboración con Portugal. Ya se ha reunido una vez con los responsables lusos de esta parcela en las regiones de Castelo Branco y Portalegre, y en breve se volverán a encontrar. Existe la certeza de que durante la campaña de riesgo alto habrá ocasiones en las que haya que compaginar esfuerzos, porque el fuego ignora las fronteras. Precisamente por esto, hay una franja de terreno más allá del límite en la que los medios del otro país pueden entrar sin aviso previo. «Hay una colaboración buena, somos vecinos bien avenidos, siempre hay incendios comunes», apunta el miembro del mando directivo. La Raya está en el punto de mira especialmente desde el verano del año 2003 que tan negros recuerdos trae a los vecinos de Alcántara, cuando el fuego saltó el río Tajo. Para ese rincón del mapa extremeño o para cualquier otro de La Siberia, de Tentudía, de La Serena o del rincón con más arbolado de la geografía pacense, vale la reflexión de Alejandro García, uno de los cuatro que estos días empieza a familiarizarse con lo que significa llevar en el bolsillo un móvil que no para de sonar. «Estamos preparados para condiciones de verano normales -dice-, pero hay imponderables que pueden convertirlo en un verano fuera de lo normal, y ahí no hay dispositivo que valga, ni el nuestro ni ningún otro en el mundo».