Zalamea de la Serena
Sale corriendo del centro de salud con un electrocardiograma en la mano. «El médico me ha dicho que tengo un corazón de hierro». Un diagnóstico más que previsible si se trata de un atleta de 23 años que corre más de 30 kilómetros todos los días. Con su corazón de hierro Jonathan Guisado tiene previsto asomarse al abismo del esfuerzo sobrehumano y entrar en la historia, o en el libro Guinness de los récords, que a la postre es lo mismo. La hazaña con la que quiere entrar en el libro cansa sólo de pensarla: correr 500 kilómetros en 120 horas. Lo quiere hacer en Zalamea de la Serena, su pueblo. La fecha también está elegida. Saldrá el lunes 11 de mayo por la mañana y, si todo va bien, dejará de correr el viernes siguiente, día de San Isidro. Sólo falta que el ayuntamiento le confirme el recorrido. «Le he dicho a Javi -el alcalde- que quiero rectas largas para no marearme». Todo empezó cuando Jonathan rondaba por los 10 años. Descubrió su pasión por el atletismo y empezó a practicarlo. Ya de mayor, comprobó que lo de correr se le daba bastante bien. Cubrió con notable alto los 101 kilómetros de Ronda y quedó tercero en 2006 en la subida al Veleta en Sierra Nevada. Ahora quiere hacer algo que no ha hecho ningún otro ser humano. Cuando le preguntas por su hazaña responde con seguridad. «Físicamente estoy preparado, lo difícil va a ser adaptarme a la noche». Para intentar amortiguar los efectos, su plan de entrenamiento comienza a las dos y media de la madrugada. A esa hora Jonathan se calza las zapatillas y empieza a dar vueltas por Zalamea. «El primer día me pararon los municipales, ahora ya me ven y no me dicen nada». En el silencio de la noche lo único que le acompaña son los ritmos del grupo "Los Rebujitos" en su inseparable Mp3. Siempre corre con música. «Me pongo los cascos y no escucho a nadie». La música también le ha aislado de más de un comentario socarrón que ha tenido que soportar cuando entrena. Siempre con pantalón corto y camiseta -incluso cuando corre por las noches- Jonathan aparece por cualquier esquina de Zalamea corriendo. «En el pueblo no hay mucha afición a correr y lo ven como algo raro». Más allá de las críticas y de algunas bromas, espera que la gente se vuelque con su exhibición conforme se acerque la fecha. Hasta entonces, entre entrenamiento y entrenamiento, ultima los detalles. No tiene preparador y siempre entrena solo. Tampoco tiene un patrocinador importante, aunque no e cansa de buscarlo. Hasta ahora, lo único que ha conseguido es que la tienda de deportes del pueblo le done una equipación. Ni la empresa de rótulos le ha querido patrocinar el dorsal. Así que él se encarga de todo. Ha negociado el contrato con Guinness, se hace con regularidad controles de sangre y busca un especialista en nutrición para que le asesore. Aunque la aventura roza lo imposible, Jonathan cuenta con un currículum que invita a apostar por él. El pasado mes de diciembre cubrió sin descanso 230 kilómetros en dos días en homenaje a la niña asesinada Mari Luz Cortés. Partió de Córdoba un viernes y llegó a Huelva el domingo, donde fue recibido por el padre de Mari Luz. El día siguiente lo pasó en el hospital por fatiga, aunque a las 48 horas ya estaba de nuevo corriendo. «Me pusieron 20 botes de suero». Cuenta que aquella aventura mereció la pena porque se topó con muchos seguidores por los pueblos donde pasaba. Dos de aquellos jóvenes que le apoyaron en su entrada a Huelva se han presentado voluntarios para ayudarle en su asalto al Guinness en Zalamea. Su nueva aventura se la dedicará a todas las mujeres y niños que sufren malos tratos. «Es mi forma de pedir respeto por ellos». Precisamente fue a raíz de la carrera por Mari Luz cuando empezó a pensar en el asalto al récord. «Cuando llegué a Huelva mis amigos del club de atletismo me decían que había conseguido algo insólito, incluso llamamos a Guinness, pero me dijeron que debían certificarlo. Por eso ahora lo queremos hacerlo bien». Y Jonathan sabe que para conseguirlo debe cruzarse todavía muchas noches con los municipales.